Aunque el flamenquín venga de Córdoba, aquí lo adoptamos con tanto arte que ya parece sevillano. El nuestro va relleno de jamón del bueno, envuelto en filete fino y crujiente por fuera, como tiene que ser. Nada de cosas secas o tristes: aquí cada bocado es una fiesta de sabor.
Lo servimos con papas fritas de verdad (de las que se pelan, se cortan y se fríen en aceite del bueno), y con un poquito de mayonesa casera o alioli suave, pa’ que puedas mojar con alegría.
Es de esos platos que se piden sin mirar la carta. Y es que, quien prueba nuestro flamenquín, repite. Porque en este bar, la comida es tradicional, sí, ¡pero con mucho salero!