Las migas no son solo pan, ajo y chorizo. Son recuerdos de campo, de abuelos removiendo con la cuchara de palo, de brasero y familia. Las nuestras las hacemos con cariño y sin prisas: pan asentado, aceite del bueno, ajito dorado, panceta crujiente y uvas fresquitas pa’ el contraste.
Se sirven humeantes, con olor a hogar y a historia. Y si al probarlas cierras los ojos, es normal: estás viajando al pasado, a los inviernos felices. Aquí las migas son abrazo en plato.