Hay platos que tienen nombre de fiesta, y el revuelto de la casa es uno de ellos. Aquí no hay reglas escritas, solo sabor y ganas de comer bien. Con sus huevos camperos, espárragos trigueros, taquitos de jamón y ese puntito de ajo frito que lo levanta todo… esto no es una tapa, ¡esto es una celebración!
En el bar del Hogar del Pensionista, cuando se escucha que hay revuelto, ya sabes que va a haber cuchareo, pan compartido y risas aseguradas. Lo servimos calentito, en sartén de barro, como mandan los cánones, pa’ que mantenga el calor hasta el último bocado.
Ideal para mojar, ideal para compartir, e ideal para soltar el “¡ole!” cuando lo pruebas. Porque esto es de los que alegran el día, aunque hayas dormido mal o te pite el audífono.